Al menos 11.000 personas han sido detenidas en las últimas semanas. Los disturbios también han provocado el cierre de escuelas y universidades en todo el país, y en un momento dado las autoridades impusieron un toque de queda.
Pero el pueblo denuncia que el sistema de cupos se ha convertido gradualmente en una herramienta política para que Hasina y la Liga Awami mantengan el control del Estado al llenar los puestos clave con partidarios leales, recompensando a sus secuaces a expensas de los que lo merecen.
Las protestas fueron pacíficas hasta el 15 de julio, cuando miembros de la Liga Chatra, afiliado a la Liga Awami, comenzaron a atacarlos con ladrillos y barras de hierro golpeando especialmente a las mujeres en los pechos, en el estómago y en la cabeza, a partir de lo cual la insurrección se extendió a todo el país. La dictadura de Hasina suspendió la telefonía móvil para tratar de sofocar los disturbios, pero no pudo frenar el desarrollo de la insurrección. Tras la huída de Hasina, Bangladesh ha quedado en medio de un virtual vacío de poder con el general Zaman programando reuniones con los políticos de la oposición, incluido el jefe del partido Jamaat-e-Islami, ahora prohibido, y con miembros de la sociedad civil, para llevar al país a una transición de gobierno inédita tras 15 años ininterrumpidos de Hasina, que ahora huyó en un helicóptero del ejército hacia la India sin tener claro a dónde iría después.