Las épocas y etapas de la lucha de clases
Por Nahuel Moreno
¿Cuándo se producen las revoluciones sociales? ¿Por qué se dan esos cambios bruscos, abruptos y violentos, generalmente sangrientos, en las clases sociales y el estado?
Como ya hemos visto, la ley fundamental que mueve a la especie humana es el desarrollo de las fuerzas productivas, es decir el avance de la capacidad humana para explotar más y mejor a la naturaleza, a través de las herramientas y la tecnología, mejorando en forma sostenida las condiciones de vida de la humanidad. En ese avance, también se van produciendo revoluciones, basadas en el descubrimiento o la invención de herramientas y técnicas que permiten una explotación más fácil de las materias primas que brinda la naturaleza, e incluso que recursos naturales que no eran materia prima para la producción se conviertan en tales (por ejemplo, el uranio, que antes de los descubrimientos de la física y la tecnología nuclear no servía para producir nada).
Cuando este desarrollo de las fuerzas productivas llega a un punto determinado, choca con la estructura social existente (es decir con las clases en que está dividida la sociedad en ese momento y las relaciones que tienen entre ellas) y también con la superestructura de esa sociedad, con el estado que se encarga de mantener intacta la estructura de clases, sin afectar el dominio de la clase explotadora y la opresión de la clase explotada. Un buen ejemplo es el desarrollo de la producción capitalista en las ciudades independientes de la sociedad feudal. Mientras la producción era limitada, la estructura social feudal no impedía el desarrollo de la producción capitalista. Pero con el avance de la manufactura, que permitió producir en una escala relativamente amplia, la estructura feudal se convirtió en una traba para que se siguiera desarrollando la producción. Esas pequeñas unidades que consumían poco, en las que el señor feudal establecía una aduana para cobrar impuestos a quien fuera a vender a su feudo, chocó violentamente con esa fuerza productiva. Por eso, la unidad nacional (una nación sin aduanas internas, un gran mercado libre de trabas) fue uno de los grandes objetivos del capitalismo. Para lograrlo, debía destruir a la clase feudal. Y para ello, tuvo que destruir al estado feudal, fundamentalmente a los ejércitos feudales, que defendían con las armas a esa clase.
También debió destruir a la vieja clase oprimida, los siervos. La producción capitalista necesita trabajadores libres, que produzcan por un salario y se desplacen a donde los capitalistas los necesiten: si hoy ganan mucha plata haciendo sombreros, necesitan obreros para hacer sombreros, pero si mañana ganan más plata haciendo carros, necesitan que los obreros se desplacen a las fábricas de carros. Un siervo, atado a la tierra, que no puede salir de ella, no les sirve para su producción, ni tampoco como comprador de ella, es decir para ampliar cualitativamente el mercado. De allí que otro gran objetivo de la burguesía haya sido la abolición de la servidumbre. Pero para eso debía liquidar a los señores feudales v al estado que los defendía.
Es decir, para poder avanzar en la producción capitalista, que significaba un tremendo salto revolucionario en el desarrollo de las fuerzas productivas en relación con la producción feudal, la nueva clase progresiva, (la burguesía) debía destruir las clases y relaciones fundamentales del feudalismo e imponer como base de la sociedad a las nuevas clases, la burguesía y el proletariado, con sus nuevas relaciones. Si eso no se hubiera logrado, las fuerzas productivas de la humanidad se habrían detenido, estancado, porque nunca se habría llegado a la gran industria sin un gran mercado nacional y una enorme masa de trabajadores libres que pudieran ser su mano de obra.
Cuando se produce este choque entre el desarrollo de las fuerzas productivas y la vieja estructura social se abre para la humanidad una época revolucionaria, es decir, de grandes convulsiones; las nuevas clases progresivas luchan contra la vieja clase explotadora, que ya no sirve para nada y frena todo desarrollo. En la historia, no siempre se dan esas épocas revolucionarias. Hubo sociedades, como el mundo antiguo o esclavista, que frenaron el desarrollo de las fuerzas productivas pero no fueron revolucionadas por clases más avanzadas. En esos casos el viejo sistema social decae, degenera y toda la sociedad retrocede.
Entre cada gran época revolucionaria hay otras que no lo son. Mientras la estructura de clases y su superestructura estatal permiten el desarrollo de las fuerzas productivas -aunque siga habiendo contradicciones-, la sociedad vive una época no revolucionaria, de equilibrio reformista.
Bajo el sistema capitalista, por ejemplo, se produjeron tremendos saltos o revoluciones en las fuerzas productivas. Se pasó de la energía hidráulica para mover las máquinas, o del viento para mover los buques, o de los caballos para mover los carros, al vapor, a la energía eléctrica, al motor a explosión. Pero estos avances en las fuerzas productivas no chocaban con la estructura social y el estado capitalistas. Por el contrario, el capitalismo los incorporaba instantáneamente y los llevaba a su máximo desarrollo y aplicación. Era una época de auge de la sociedad capitalista, de armonía entre el desarrollo de las fuerzas productivas y la estructura social y su estado.
Cuando se entra en una época revolucionaria, el cambio comienza, como ley general, por la superestructura, por el estado. La nueva clase progresiva lucha para destruir el aparato de poder y de gobierno de la vieja clase, que ya es regresiva. Si no le quita el poder, no puede cambiar hasta el final y totalmente la estructura social anterior. Si la burguesía no destruía primero los ejércitos feudales y todo el estado feudal, no podía imponer la unidad (el mercado) nacional, ni liberar a los siervos para que le sirvieran de obreros.
Sólo después de destruir el estado feudal, tomar el poder y construir su propio estado, con su ejército, sus instituciones de gobierno y sus leyes, la burguesía pudo liberar a los siervos, abolir las aduanas internas, eliminar la propiedad terrateniente feudal y convertirla en propiedad terrateniente capitalista, etc. Es decir, sólo después de conquistar la superestructura, el estado, la burguesía pudo llevar hasta el final su objetivo de convertir a toda la sociedad en una sociedad capitalista.
Las grandes épocas revolucionarias
Desde las primeras revoluciones modernas, que nacen en la lucha del capitalismo contra el feudalismo, podemos distinguir tres grandes épocas:
1) La época de la revolución burguesa. Durante aproximadamente 200 años, la burguesía luchó contra el feudalismo, que ya se había convertido en una traba absoluta para el desarrollo de las fuerzas productivas. Esta época, con un jalón fundamental en la revolución de Cronwell en Inglaterra, culminó con las grandes revoluciones norteamericana y francesa de fines del siglo XVIII.
2) La época de auge del capitalismo. Se entró en una época no revolucionaria, en la que la estructura social capitalista y su estado no frenaban sino desarrollaban aceleradamente las fuerzas productivas, enriqueciendo a toda la sociedad.
A partir del 1880 se produjo el salto más fantástico (hasta entonces) de las fuerzas productivas. El desarrollo de la producción era colosal. En los países capitalistas avanzados hubo una inmensa acumulación de capitales.
Esta época de auge preparó la decadencia del sistema capitalista. Como producto de esa tremenda acumulación de capitales surgieron los monopolios y el imperialismo. Ramas enteras de la producción industrial se concentraron en muy pocos propietarios, que empezaron a desplazar a la burguesía clásica, con sus centenares de empresas por rama que competían libremente entre ellas. Pasó a ser dominante el capital financiero -que es la fusión del capital bancario con el industrial-. Las fronteras nacionales les quedaron estrechas a esos enormes monopolios, que se lanzaron a exportar sus capitales a los países atrasados. El imperialismo, o capitalismo en decadencia, es precisamente eso: el dominio del capital financiero y monopolista, que invade todo el planeta.
3) La época de la revolución obrera socialista. Comienza con la primera guerra mundial (1914-1918). Ese cataclismo, en el que murieron millones de hombres y fueron destruidas enormes masas de fuerzas productivas, fue la manifestación tajante de que el capitalismo había empezado a frenar el desarrollo de las fuerzas productivas,
La aparición de los monopolios ya había demostrado, de manera totalmente deformada, que la propiedad privada capitalista no funcionaba más. Las fuerzas productivas no podían seguir creciendo debido al caos que provocaban centenares o miles de burgueses compitiendo entre ellos en una misma rama de la producción. Para avanzar había que introducir algo de planificación, por lo menos por rama productiva. La exportación de capitales, por su parte, demostraba que las fronteras nacionales también asfixiaban a las fuerzas productivas, que ya no avanzaban limitadas a su nación de origen y necesitaban desarrollarse abarcando todo el planeta.
La guerra de 1914-18 fue una guerra de rapiña entre los monopolios imperialistas, para controlar el mercado mundial. Fue la demostración más clara de que la humanidad no podía avanzar más, no podía desarrollar más sus fuerzas productivas, si no rompía el chaleco de fuerza de la propiedad privada y las fronteras nacionales e instauraba una economía mundial planificada. Pero la burguesía no puede hacerlo porque significaría destruirse a sí misma, terminando con lo que la caracteriza como clase social: ser propietaria de los bienes de producción y basarse en la existencia de naciones con fronteras y estados bien definidos.
Esta época es la de la revolución obrera socialista porque la guerra (que se convertirá en un fenómeno permanente) y la miseria de las masas (provocada por el freno al desarrollo de las fuerzas productivas) hacen entrar en acción revolucionaria a la nueva clase progresiva, la clase obrera, que lleva a cabo su primera revolución, en Rusia, en 1917. Se pone en acción la clase social que puede cumplir con las dos grandes tareas imprescindibles para que las fuerzas productivas sigan avanzando: terminar con la propiedad privada y con las fronteras nacionales, para instaurar una economía mundial planificada. Esto es así porque la clase obrera es internacional, es igual en todos los países, y no puede transformarse un una nueva clase propietaria que explote a otras, por una sencilla razón: junto con los demás sectores explotados es la amplia mayoría de la sociedad. En ambos aspectos es totalmente diferente a las clases que cumplieron antes un rol revolucionario. La burguesía, por ejemplo, fue una clase minoritaria y explotadora desde que nació. La revolución obrera socialista es, por primera vez en la historia, la revolución de la mayoría de la población, dirigida por una clase internacional, contra la explotación capitalista y contra toda explotación. Precisamente por eso puede lograr la economía mundial planificada.
Podemos decir que después de la Revolución Francesa empezó a ser dominante, a nivel mundial, el estado capitalista (ya no la producción capitalista, que predominaba desde hacía 300 años).
A partir de la revolución rusa de 1917, y hasta el presente, estamos, pues, en la época de la revolución socialista, obrera e internacional contra el sistema social y el estado capitalista.
Las etapas de la revolución socialista
Toda época tiene sus etapas. Estas son períodos prolongados en que se mantiene constante la relación de fuerzas entre las clases en lucha. El hecho de que vivamos una época revolucionaria a nivel mundial desde 1917 no significa que en estos 66 años el proletariado haya estado siempre en una ofensiva revolucionaria. Como en toda lucha, hay períodos en que el enemigo contraataca y retoma la ofensiva. En tal caso, se da una etapa de ofensiva o contraataque contrarrevolucionario burgués, dentro de la época de la revolución obrera socialista.
Desde la revolución rusa hemos pasado por tres grandes etapas:
1} La etapa de la ofensiva revolucionaria de la clase obrera. Se inicia con la revolución rusa y se extiende con sucesivas revoluciones: la alemana, la húngara, la china, la turca, etc. La única que logra triunfar es la rusa.
2) La etapa de la contrarrevolución burguesa. Se insinúa con el primer triunfo contrarrevolucionario burgués: el fascismo italiano; se consolida claramente con la victoria del hitlerismo en Alemania, que aplasta al proletariado más organizado del mundo, y culmina con la derrota de la revolución española y con la ofensiva militar del nazismo en la segunda guerra mundial, exitosa hasta 1943.
La otra cara de esta etapa contrarrevolucionaria es la victoria de la contrarrevolución burocrática stalinista en la URSS.
3) La nueva etapa revolucionaria, que se inicia con la derrota en Stalingrado del ejército nazi y abre un período de revoluciones triunfantes que se extiende hasta el presente. La primera de ellas es la yugoslava; pasa por su máxima expresión con la revolución china, y ha tenido su última victoria (en el sentido de que se expropió a la burguesía y se construyó un estado obrero), hasta ahora, en Vietnam (1974).
A esta etapa la hemos denominado de la "revolución inminente", porque, a diferencia de la etapa abierta por la revolución rusa, que redujo sus efectos a algunos países de Europa y Oriente, en ésta la revolución estalla, y en ocasiones triunfa, en cualquier parte del globo: los países semicoloniales o coloniales (China, Vietnam, Cuba, Irán, Angola, etc.), los propios países imperialistas (aunque todavía sólo en los más débiles, como Portugal) y en los estados obreros (Hungría, Polonia).
Las etapas y situaciones mundiales y nacionales
Como todos los términos o categorías que utilizamos los marxistas, época, etapa y situación son relativos a qué estamos definiendo. Ya hemos visto que hubo una etapa contrarrevolucionaria dentro de la época revolucionaria a nivel mundial. Pero la revolución es un fenómeno internacional que se plasma en revoluciones nacionales. Eso implica que puede haber y hay contradicciones entre la etapa que se vive a nivel mundial y las etapas por las que atraviesan los diferentes países. Por ejemplo, en esta etapa de revolución inminente que vivimos a nivel mundial desde 1943, mucho países atravesaron o atraviesan por etapas contrarrevolucionarias a nivel nacional (Indonesia, el Cono Sur latinoamericano, la URSS, etc.). Otros países se mantuvieron en etapas de poca lucha de clases, de equilibrio en la relación de fuerzas entre el proletariado y la burguesía, es decir en etapas no revolucionarias (casi todos los países imperialistas y muchas semicolonias). Y otros que ya mencionamos son los que marcan la dinámica, el signo de la etapa; atravesaron por etapas revolucionarias, que llevaron al triunfo de la revolución, a que quedara abortada o congelada o a que fuera derrotada.
De la misma forma, dentro de una etapa se pueden dar distintos tipos de situaciones. Una etapa revolucionaria no puede dejar de serlo si la burguesía no derrota duramente, en la lucha, en las calles, al movimiento obrero. Pero la burguesía, si tiene márgenes, puede maniobrar, convencer al movimiento obrero de que deje de luchar. Se abriría así una situación no revolucionaria, pero la etapa seguiría siendo revolucionaria porque el movimiento obrero no fue derrotado. Incluso, la burguesía puede reprimir al movimiento obrero sin llegar a los métodos de guerra civil y asestarle derrotas parciales que lo hagan retroceder, abriendo una situación reaccionaria, pero que seguiría estando dentro de la etapa revolucionaria. Por ejemplo, el gobierno de Gil Robles, que se dio en medio de la revolución española iniciada en 1931, fue un gobierno reaccionario que reprimió duramente al proletariado y creó una situación reaccionaria . Pero al no ser derrotado de conjunto el movimiento obrero español, la etapa siguió siendo revolucionaria. La mejor prueba de ello es que pocos años después estalló la guerra civil.
LAS REVOLUCIONES DEMOCRATICO-BURGUESAS
Empezaremos con las grandes revoluciones democrático-burguesas de los siglos XVIII y XIX. Es la época en que la burguesía, oprimida por los estados feudales o por una situación colonial, utiliza la movilización popular revolucionaria contra el feudalismo para imponer su dominio político y adecuar el estado, sus instituciones y sus leyes a su ya desarrollado dominio económico. En esta época podemos distinguir dos tipos de revoluciones; la revolución democrático-burguesa contra el estado feudal, la nobleza y la iglesia terrateniente, y la revolución democrático-burguesa de las colonias para independizarse de los imperios capitalistas o semicapitalistas.
La Revolución contra el Estado feudal
El modelo clásico del primer tipo de revoluciones es la revolución francesa de 1789. La burguesía se apoyó en la movilización del pueblo, derrocó al rey, expropió a la nobleza y al clero terrateniente, instauró un nuevo régimen político asentado en instituciones democrático-burguesas -la Convención y la Comuna de París-, y modeló a su servicio un estado, eliminando las diferencias de sangre e instaurando como principio básico de organización social la propiedad privada capitalista.
El Partido Jacobino dirigió todo este proceso, cuando la revolución llegó a su punto culminante. Era el partido de la pequeña burguesía radicalizada, que no pudo lograr un estado a su imagen y semejanza, es decir, pequeño burgués, ya que quien dominaba la economía era la burguesía. La clase obrera era muy débil como para ser una alternativa económica -imponiendo la economía nacionalizada dirigida por ella- o política. Sectores jacobinos se hicieron burgueses vendiéndoles provisiones al ejército, debilitando así la dirección pequeñoburguesa. Esta fue revolucionaria mientras enfrentó la contrarrevolución feudal, pero fue reaccionaria al aplicarle el terror a su izquierda plebeya, mucho más revolucionaria que los Jacobinos. Estos fueron derrocados por la burguesía, que instauró un régimen capitalista contrarrevolucionario, dictatorial.
La contrarrevolución burguesa aplastó al pueblo revolucionario para instaurar un régimen estable. Este nuevo régimen fue el bonapartismo, un régimen totalitario, en el que un individuo. Napoleón Bonaparte, se puso por encima de las clases y sectores, arbitrando entre ellos, apoyándose en el aparato estatal, fundamentalmente en el ejército. Este régimen es reaccionario con relación a la revolución, fue progresivo en relación con la época, ya que enfrentó la contrarrevolución feudal, consolidando y tratando de extender al resto de Europa el régimen burgués.
La Revolución antifeudal y de Independencia nacional
Antes de la revolución francesa, se dio en Norteamérica el segundo tipo de revolución que señalamos: democrático-burguesa y de independencia nacional. En los Estados Unidos, una gran revolución derrotó al imperio, colonialista inglés, capitalista, conquistó la independencia e instauró un régimen democrático-burgués, el primero que se dio plenamente en la historia de la humanidad, aunque llevaba en si la tremenda contradicción del esclavismo. Dicho de otra manera, la revolución norteamericana liberó al país de la dominación colonial, instauró un régimen de libertades; democrático-burguesas de una amplitud desconocida, pero no liberó a los esclavos de los estados del sur.
Ya esta revolución, aunque dirigida y controlada por la burguesía norteamericana, presenta elementos anticapitalistas: el enemigo que enfrenta no es un imperio esclavista o feudal, sino la potencia capitalista más poderosa de la época: Inglaterra. Pero no es una revolución anticapitalista, sino una revolución burguesa para sacarse de encima la opresión de otra burguesía y poder desarrollar plenamente el capitalismo.
En el siglo XIX se dieron otras revoluciones europeas -como la alemana y la italiana-, similares a la francesa, cuyo objetivo era lograr la unidad nacional. Las colonias centro y sudamericanas pasaron por un proceso semejante al norteamericano, enfrentaron a un imperio colonial semicapitalista -el español- o a un imperio decadente -el portugués-.
El bismarkismo
A lo largo del siglo XIX se siguieron dando revoluciones democrático- burguesas, como la alemana de 1848. Pero la burguesía era cada vez menos revolucionaria. Temerosa de la movilización popular, intenta cambiar el carácter de la sociedad y del estado por vías cada vez más reformistas;
ya no se apoya en la movilización del pueblo, sino que pacta esa transformación con las clases feudales. Nace así en Alemania un nuevo régimen: el de Bismark. Este régimen, también con un arbitro individual, hace pactos entre la burguesía alemana y los príncipes feudales, los "junkers". Concede a uno y otro lado, pero siempre dentro de una línea de lograr una Alemania unificada y capitalista. No busca liquidar física y políticamente a los nobles, como hizo la revolución francesa, sino convertirlos en grandes capitalistas. Para frenar algunos ímpetus exagerados de sectores burgueses, el bismarkismo hace concesiones y pactos incluso con la clase obrera y sus partidos, a quienes utiliza como contrapeso a esos ímpetus. Esa es la diferencia fundamental con el bonapartismo. Mientras éste es muy totalitario y no hace concesiones de ningún tipo a los trabajadores, el bismarkismo se basa precisamente en las concesiones a diestra y siniestra para hacer una transformación reformista de la sociedad y el estado.
Cabe aclarar, por último, que esta transición bismarkista o reformista de una sociedad y un estado feudales a una sociedad y un estado capitalistas se puede dar porque tanto los nobles como la burguesía son clases explotadoras. Un noble puede convertirse en burgués perdiendo algunos privilegios de sangre, pero puede llegar a ser mucho más rico como burgués que como noble. Bismark se encargó de convencerlos pacíficamente de ello. El reformismo no es viable, en cambio, en el tránsito de la sociedad capitalista a la socialista porque significa la pérdida de todo privilegio y toda fortuna para la burguesía, la cual de ninguna manera puede aceptarlo pacíficamente.
LA ÉPOCA DE LAS REFORMAS Y LAS REACCIONES
A partir de 1880, se abre una época de auge impresionante de la economía capitalista. Surgen los monopolios, el imperialismo y el capital financiero. Este gran desarrollo enriquece a la burguesía y también al conjunto de la sociedad. Aunque la burguesía no regala nada al proletariado, éste, a través de duras luchas, le puede arrancar conquistas y mejoras considerables: la jornada de ocho horas, mejores salarios, legalidad para sus partidos y sindicatos, etc. El proletariado no se ve ante el dilema de hacer la revolución socialista para no morir de hambre. La burguesía logra evitar el estallido de luchas revolucionarias, apaciguando a los trabajadores con esas mejoras o reformas.
La época de las revoluciones democrático-burguesas contra el feudalismo quedó atrás. Pero todavía no se abrió la de las revoluciones obreras contra el capitalismo. Hubo un anticipo previo incluso a la época reformista, en 1871, cuando se dio la primera revolución obrera, la Comuna de París, que comenzó luchando contra la invasión alemana y terminó luchando contra la burguesía, hasta ser aplastada con métodos contrarrevolucionarios por la burguesía francesa.
En esta época ya el punto de referencia es la lucha del proletariado contra la burguesía. Pero esa lucha tenía un carácter reformista. El proletariado peleaba por conquistas parciales y lograba reformas. La burguesía las otorgaba pero también, en muchas oportunidades, las atacó con métodos reaccionarios, represivos. Esas reacciones no fueron contrarrevoluciones, en general no se utilizaron contra el movimiento obrero métodos de guerra civil ni se instauraron regímenes contrarrevolucionarios asentados en esos métodos.
Hubo revoluciones y contrarrevoluciones. En 1905 estalló en Rusia una revolución contra el zar, que no triunfó. En 1910 se dio la gran revolución mexicana, de tipo campesino, que impuso la reforma agraria. A principios del siglo XX cayó la monarquía china.
Sin embargo, estas revoluciones son excepciones dentro de esta época, en la que predominó la reforma y la reacción. Fueron revoluciones que preanunciaron la época de las revoluciones proletarias, pero no cambiaron el carácter reformista y reaccionario de la época.
Precisamente por esto, durante toda esta época los regímenes burgueses no perdieron su carácter democrático, que puede ser amplio o retaceado (como el del bonapartismo francés). La única excepción entre las grandes potencias fue Rusia, donde existía un régimen totalitario, el del zar, sustentado en la nobleza terrateniente. Aunque combinaba importantes elementos de estado y régimen capitalista, el régimen del zar seguía siendo la contrarrevolución feudal.
* Tomado de "Las revoluciones del Siglo XX"
https://www.marxists.org/espanol/moreno/rsxx/i-v.htm#_Toc531192028